Me encontraba yo jugando en un salón de recreativos (sí, todavía existen) cuando entraron por la puerta a Xavi, Iniesta y Cesc. Vi que estaban contentos y animados. Se acercaron a la máquina del Fifa, y se echaron unas partiditas.
Me iba a ir ya (no soy muy de autógrafos) cuando me fijé que se eligieron a la Selección Española para echar el partido. Ojeé ya sin disimulo la alineación, y vi cómo ponían a Alonso y Arbeloa titulares. “¿Pero cómo ponéis a esos cerdooos?” se me escapó. Diéronse la vuelta sorpendidos, “¿eres culé no? – me preguntó Iniesta- bueno hombre no hay que tomarse así las cosas, hemos hablado con los jugadores españoles del Madrid, y nos han dicho que serán nuestros amiguitos este verano, que están muy necesitados de amor culerdo, y qué mejor que ganar una Eurocopa todos juntos”.
“Espera – susurró Xavi – que igual es un independentista de esos que no quiere que España gane la Eurocopa”. Los tres se miraron nerviosos con cara de “nos vamos a meter en un fregao, a ver cómo salimos de aquí”.
“No qué va – contesté – si yo quiero que España gane la Eurocopa, sigo los partidos y celebro los goles felizmente”. Esta frase les tranquilizó bastante, los suspiros que soltaron casi empañan hasta los cristales del local. “Pero pequeños, sentaos a mi alrededor que os contaré una bonita fábula”.
Se sentaron intrigados y cogí aire:
“Érase que se era un granjero, o labrador – ¿payés? preguntó Xavi – … venga va, poned que era un payés. Pues eso, estaba el buen hombre (porque era bastante buena persona) labrando su viña – ¿viña?- bueeeno o lo que labren los payés. Oiga ya vale de interrupciones, que nos entretenemos tanto que parecemos la transmisión del Puyal. Pues estaba este señor en su finca, cuando vio una pobre serpiente medio muerta de frío. La serpiente le dijo ‘ayúdame porfa, ya se que me he ventilado a alguna de tus gallinas, pero es que estábamos compitiendo por sobrevivir. Olvidemos lo anterior, pelillos a la mar. Ayúdame y seré tu amiguito”.
El buen hombre, que como era bueno le dio pena, cogió a la serpiente y se la llevó a casa, a darle calor y cariño durante el frío invierno. Mientras duró el invierno, la serpiente sentada frente a la cálida chimenea, le cantaba nanas para que durmiera mejor. El payés estaba encantado, “ah ya sabía yo que no podía ser tan mala la serpiente, a pesar de que en verano me mordió la mano y me insultó un poco”.
A ver Cesc atiende, que estás mirando al techo. Que ya acabo.
A lo que iba. Hete aquí que acabó el invierno, y por tanto la serpiente y el payés debían volver a separarse, y luchar cada uno por su lado. La serpiente, ya recuperada, aprovechó un descuido del buen hombre para pegarle un mordisco en el tobillo, que lo mantendría fuera de los terrenos de labranza durante unos seis meses. El payés miró horrorizado a la serpiente y…..
– “¿Y qué pasó? – preguntó Iniesta entre chupada y chupada a su Kalise.
“Pues mira Inieste, esta es una fábula tipo “Elige tu propia aventura”. Aquí puedes elegir el final. Tenemos dos alternativos. El primero es que el payés más que bueno era tonto, y cuando vuelve a ver a la serpiente en apuros la vuelve a acoger para darle mimitos y decir que no es tan mala. El segundo es que el payés, aun siendo bueno, no llega a tonto, fabrica unos carteles de “Peligro, serpiente hija de…”, y se compra un megáfono para irlo pregonando por todo el pueblo, y que lo vea todo el mundo. ¿Qué opináis?”
– “Mmmm… – preguntó Cesc – ¿es cierto que cuando te despiertas por la mañana no puedes apretar los puños”.