escrito por catedraticodenostalgia
Caímos pero nos levantaremos… Permítanme mis sufridos lectores, que hoy y tras esta semana de pasión y derrota que hemos “padecido” todos los barcelonistas, les cuente algo, algo que forma parte de mí, como formaba parte de mi “antecesor” en este asunto y entretenimiento que es acercarme a las páginas del diario cada semana con las gotas siempre subjetivas del Sirimiri.
Partamos de la base de que como decía aquel “ca uno es ca uno” y vemos las cosas desde nuestro propio prisma y con la influencia de nuestros sentimientos, nuestras pasiones, nuestras ideas etc.
Hecha esta introducción la historia, que hoy me ocupa, se inicia un día de Septiembre de 1988, mi padre, Juanín, que nunca dejó de cumplir las promesas que me hizo, cumplía una de las que más ilusión me hacía, llevarme en compañía de mi madre y de mi tía Carmen a ver un partido del Barça en el Camp Nou, aquel día, en una Barça-Español que acabó 2-0, un tipo flaco y particular llamado Johan Cruyff se sentaba por primera vez en el banquillo del FC Barcelona y creanme si les digo, al menos yo lo veo así, que aquel día cambió la historia de mi equipo.
Hasta ese día, mi Barça y tu Barça, Juanín, no dejaba de ser ese eterno aspirante, ese campeón de Copa y otros trofeos menores y ese equipo cuya época de gloria y esplendor se remontaba a los años 40-50, cuando ni siquiera Bernabéu había inventado la Copa de Europa. Ese club que celebraba una liga cada 11 años y que vivía instalado en la supuesta (o real, quien sabe) persecución y el victimismo.
Aquel día Josep Guardiola, con la misma edad que yo, estaría posiblemente en la grada, igual que yo, Xavi Hernández estaría en su casa de Terrasa siguiendo el partido, Andrés Iniesta correría por Fuentealbilla con 7 u 8 años y Leo Messi, en su Rosario natal, daría sus primeras en incipientes patadas a una pelota.
Luego vino el “dream team” y el estilo, el modelo implantado por Cruyff, se instalaría en el club de tal forma, que salvo algún pequeño paréntesis como fue el año de Robson, ha perdurado en el tiempo, no solo en los éxitos y las victorias, sino también, y es lo más importante, en y tras los fracasos, las derrotas y las decepciones.
Siempre, en todos estos años, tras una dolorosa caída, desde cloacas, cavernas y alcantarillas, no solo madrileñas, sino también barcelonesas y supuestamente barcelonistas, se ha puesto en cuestión el modelo. Ese modelo que se puede resumir, a grosso modo, en tener la pelota más tiempo que el contrario, porque así tendrás más opciones de hacer gol y menos de encajarlos.
Esta semana y después de que el modelo se haya estrellado contra los muros y parapetos diseñados con el lícito fin de derrocar no solo al campeón, sino a esa fórmula mágica creada por Guardiola, que ha rozado la excelencia, y con esos métodos que son tan antiguos, casi como el propio fútbol, algunos desde amplios altavoces y tribunas querrán de nuevo poner en solfa ese estilo y esa forma de entender el juego.
Hoy, sin embargo, en la derrota, en la decepción, el modelo debe seguir siendo irrenunciable, creo que ese es el sentir de la mayoría de la “gent blaugrana”. Decía el Ché, que es “preferible morir de pie que vivir de rodillas” decía Cyrano “que siempre nos quedará el Orgullo” decía Churchill “que nunca tantos debieron tanto a tan pocos” decía Mcarthur “volveré”, dijo Guardiola que “volveremos a intentarlo” y añado yo “Gracias por estos años y que nos vayan quitando lo bailao”