Categories
Yoyalodije

Azazel

Coincidí nuevamente con mi amigo George una noche del pasado mes de marzo en un concurrido restaurante de las afueras de Boston. Como todas las mesas parecían ocupadas, George me señaló con el dedo la silla libre de la mesa donde él rendía cuenta de opíparos manjares que pronto intuí que acabaría pagando yo, víctima una vez más de la asombrosa habilidad que tiene George para desparecer misteriosamente antes del doloroso momento de pagar la cuenta.

Como tantas otras veces, asumiendo el gasto que acabaría realizando, quería por lo menos llevarme a cambio una de esas fantásticas historias de George sobre su “demonio” Azazel. Azazel es un demonio o un extraterreste (que cada cual elija lo que le convenga) de color azul, de unos dos centímetros de estatura, y del cual George no deja de hablar constantemente, a la menor ocasión. Un demonio que, aparentemente, tiene algún tipo de acuerdo extraño con George para convertir en realidad las más disparatadas peticiones de mi orondo amigo.

–¿Cómo te has enterado de lo de Azazel? –Me espetó George, con aire entre indignado y curioso.

–No lo sé –repuse,– quizá tenga algo que ver con el hecho de que no me hayas hablado de ninguna otra cosa en las últimas doscientas veces en que hemos coincidido.

George ignoró mi comentario con su desdén habitual y centró toda su atención en la disección del faisán que estaba despiezando en su plato con una velocidad digna de todo elogio.

–La verdad es que sí que tengo novedades sobre Azazel –dijo cuando decidió darle cierta tregua al guiso que lo ocupaba.– Hará un par de semanas que vino a visitarme mi amigo Saturnino, el de Barcelona, que estaba en viaje de negocios. Como recordarás, Saturnino es un aficionado empedernido a esa cosa extraña que se juega en Europa, con veintidós jóvenes en calzoncillos que persiguen un esférico por un campo de hierba con el objetivo de colocarlo dentro de un extraño rectángulo vertical. Me parece que lo llaman fútbol.

–Sí, creo que alguna vez he visto a niñas jugando a eso en el parque –apunté mientras el camarero me servía mi ensalada.

–Bien. Resulta que el Barcelona está atravesando su etapa más dorada en ese deporte y que despierta la admiración de propios y extraños, habiendo ganado el campeonato local y dos veces la máxima competición europea en los últimos tres años. Además cuentan con el reconocido como mejor jugador del mundo, un tal Leo Messi.

–Me suena –dije con educación, aunque sin demasiado interés para ser sinceros.

–Parece ser que este año el Barcelona está siendo algo más irregular que en los anteriores y, además, ha padecido diversos contratiempos, tanto de lesiones como de arbitrajes más que discutibles. El máximo rival, en cambio, el Real Madrid, construido a base de talonario y de favores en todas las instancias políticas, lleva una ventaja considerable y todo parece indicar que ganará el campeonato local con cierta amplitud.

–Ya veo –dije mientras empezaba a notar cierta curiosidad sobre lo que vendría a continuación.

–De algún modo que no alcanzo a entender, mi colega Saturnino se había enterado de mi contacto con Azazel y me pidió que intercediese con él para que el Barcelona acabe ganando su cuarto campeonato consecutivo. Me pareció que era una petición fácil de satisfacer y le prometí a Saturnino que haría todo lo que estuviese en mi mano. Aquella misma noche, invoqué a Azazel.

–Oh, Luz-que-todo-lo-abarca, manifiéstate.

–¿Qué tripa se te ha roto? –protestó mi pequeño amigo mientras se materializaba en mi salón.– Estaba a punto de meterme en el baño con dos bellísimas saminis así que más te vale que sea algo importante.

–Tengo un nuevo reto que proponerte. Creo que lo encontrarás interesante.
–Eso espero por tu bien. No todos los días puede uno disfrutar de la “compañía” de dos saminis. Deberías saberlo ya.

–Tengo un amigo de Barcelona y me pide que su equipo de fútbol gane el campeonato local.

–¡¡¡Estás loco!!! –Protestó Azazel indignado como jamás lo había visto antes. –¡Pero si están a 10 puntos!

Yo no tenía ni idea de lo que significaba eso, así que ignoré su comentario.
–Nada que no se encuentre a tu alcance, Ser-que-todo-lo-ilumina.

No fue cosa de unos pocos segundos, como yo había supuesto, sino que ocupó a la pequeña criatura azulada más de 40 minutos. Durante todo ese tiempo, Azazel no paró de emitir toda suerte de gruñidos que nunca antes había escuchado y su rostro fue adquiriendo uno a uno todos los colores del arco iris, desde el violeta más intenso al rojo más brillante. Acabó exhausto, por lo que tendría que ser yo mismo quien comprobase la efectividad del “hechizo”.

–¿Ha funcionado? –Le pregunté curioso.

–¿Te he fallado alguna vez?

–La verdad es que no.

Y se difuminó en la nada, dejando ir no sé qué cantinela sobre que había tenido que acortar mil millones de años la vida del sol para conseguirlo. No me pareció que fuera nada demasiado importante.

No tuve que esforzarme demasiado para saber si la intervención de Azazel había tenido algún resultado. Al cabo de un par de semanas sonó mi teléfono a una hora bastante intempestiva. La llamada procedía de Europa.

–¿Se puede saber qué es lo que has hecho? –Me gritó Saturnino al otro extremo de la línea, situado a miles de kilómetros de distancia.
–¿A qué te refieres? ¿Qué es lo que pasa?

–¿Que qué pasa? ¿Que qué pasa? Que lo único que sale de mi boca y de mis teclas es que la Liga está perdida, que es imposible que le remontemos el campeonato al Real Madrid… ¡¡¡y eso a pesar de que ya nos hemos puesto a solo cuatro puntos!!! Mis colegas del diarioyoya me han convertido en su diana predilecta. ¡¡¡Me da vergüenza entrar a comentar allí!!!

–Mira, Saturnino, tranquilízate. Volveré a contactar con Azazel a ver si me puede explicar de qué va todo esto.

A la mañana siguiente, mientras me preparaba el café y las tostadas, intenté establecer contacto con Azazel de nuevo.

–¿Otra vez? ¿Y ahora que se supone que pasa?

–Perdona Ser-superior-de-todo-el-Universo –dije con sumisión.– Mi amigo Saturnino me ha llamado visiblemente alterado. Parece que está convencido de que es imposible que su equipo acabe ganando el campeonato.

–Lo ganará, lo ganará… pero es que tu amigo es un klutz.

–¿Un… un qué?

–Un klutz… una especie de espíritu gafe que lo enceniza todo. Cuando tiene que ocurrir algo que él desea sólo hay una manera de que ocurra, y es que él piense que es absolutamente imposible que tal hecho se produzca. Tu amigo tiene una especie de extraña conexión cuántica con el Universo que impide que suceda aquello que él desea, a no ser que él crea con todo convencimiento que su deseo es absolutamente imposible.

–No sabía que eso podía ocurrir.

–Oh, sí. Es de lo más habitual. Incluso allí en Barcelona tienen un concepto para describir a los que piensan como él. Es una palabra que empieza por “T”, pero que no te voy a revelar porque el solo hecho de pronunciarla puede provocar una catástrofe a escala global.

–Y, entonces, ¿qué le digo a Saturnino?

–Nada. No le puedes decir nada. Él debe seguir así, con su convencimiento de que el Barcelona no puede hacer nada y de que el campeonato ya está sentenciado a favor del Real Madrid. Esta es la única manera de que el Barcelona lo pueda ganar.

No sé si fue el embrujo de las palabras de mi amigo, la moraleja de su relato o el vino de la cena que ya empezaba a hacer su efecto en mi percepción de las cosas, pero de algún modo George consiguió esfumarse una vez más ante mis ojos sin que me percatase de ello, dejando una astronómica cuenta de la que, cómo no, una vez más debí encargarme pese al delicado estado de mi maltrecha economía.