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Reivindicación

DEPORTIVO 0 – BARÇA 4

Pep Guardiola empieza a preparar el tramo final (y decisivo) de la temporada en enero. Más de uno, de dos centenares, miles, debieron horrorizarse y comprar los peores presagios al comprobar la alineación inicial del Barça, con Adriano, Mascherano y Keita en el equipo titular y Alves, Busquets y Xavi en el banquillo. Asumamos ya que en este primer tramo de año, posiblemente hasta que no venga el enfrentamiento en Champions contra el Arsenal, al tan celebrado y cacareado once de gala del Barça ni se le espera. Cuando Pep dijo que los títulos se ganan gracias a los suplentes, venía a referirse a esto: para que los buenos estén en condiciones óptimas cuando toca, hay que rodar en las previas a los que serán menos protagonistas de la gloria. De ahí, el equipo inicial que Guardiola sacó en Riazor, equipo que debió tomarse Pep como un reto y una reivindicación de que su propuesta de mínimos de presente es la garantía de éxitos de futuro. Y la apuesta le salió bien: el equipo respondió con solvencia, seguridad y con una eficacia demoledora. Ayer noche, las rebajas fueron excelentes oportunidades de mercado.

El partido duró lo que tardó Messi en asistir a Villa y el asturiano abrir la lata. Veinte minutos previos de control y dominio apabullante del Barça pero sin la determinación letal en los metros finales del ataque blaugrana. Al Barça le fallaba ese detalle final – un buen control, un pase preciso – previo a la ejecución. Daba la impresión que al primer detalle bien resuelto, el marcador se abriría. Y así fue. Tras el gol, el partido transcurrió en el mismo cauce de dominio y tranquilidad para el Barça en busca de ampliar el marcador, ya que el Depor ni inquietó – Víctor Valdés tocó con las manos su segunda pelota, precedida ésta de un presunto intento de ataque deportivista, bien entrada la segunda parte del partido -. Fue el de ayer un Barça seguro y contundente en su eficacia, que se permitió el lujo de jugar a medio gas y sin despeinarse demasiado y en que su excelencia futbolística residió más en la autoridad brutal impuesta sobre el terreno de juego que no en la realización del fútbol vertiginoso y majestuoso que perpetra el colectivo en sus picos máximos de forma. Sólo necesitó el Barça esto para machacar a los chicos de un asqueado Lotina sumergido en su banquillo.

El resto de goles llegaron en la segunda mitad, con un Depor atrincherado en defensa y renunciando vilmente a la pelota, rifándola cada vez que llegaba a su poder, replegados en busca de impedir la goleada. No lo consiguieron. Messi – tras lanzamiento estratosférico y magistral de falta – Iniesta y Pedro consumaron la goleada con un ratio del cien por cien de efectividad de remates entre los tres palos. El pragmático Barça, pues, con algunos de sus peones menos brillantes en sus filas,  y con algunos de sus brillantes en un rol más discreto, pasó la reválida y se reivindicó tal como pretendía Guardiola –  que necesitará más pruebas superadas como esta para que nadie más, quizás, le vuelva  a cuestionar sus rotaciones preventivas en el equipo – . Lo que fue ayer el Barça colectivamente lo ejemplificó mejor que nadie Messi individualmente: nadie podrá decir que jugó un partido de ensueño, pero en su discreción fue absolutamente determinante marcando un golazo de falta y participando activamente en dos de los goles del equipo. Del resto de futbolistas, destacar el delicioso partido de Iniesta, espléndido en sus intangibles futbolísticos y contundente en la tangibilidad de su gol, el buen hacer de los Piqué, Puyol, Abidal y Mascherano en fase de presión, recuperación y anticipación defensiva y el debut, algo atenazado, de Afellay. Hasta Valdés reclamó su porción de gloria rechazando como un coloso el único remate con peligro del Deportivo en todo el partido, ya en tiempo de descuento, y hasta Abidal pudo firmar su semana loca en blaugrana con otro (excelente) gol, si su posición antirreglamentaria no hubiese sido percibida por el árbitro asistente.