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Crónica

Aceitando la Flickswageneta

Continúa la puesta a punto de la Flickswageneta. Con un once similar al de Mestalla –apenas con la entrada en el once inicial de Pedri– el equipo volvió a ir de menos a más luciendo un fondo físico envidiable para estar aún en cuasi-pretemporada. Y más aún por comparación con temporadas anteriores donde cualquier rival con presencia física acaba imponiéndose.

Sin embargo, durante los primeros minutos, los focos se pusieron en observar el desempeño del –aún– futurible Nico Williams ante el que podría ser su público dentro de 1 mes. O dentro de 12. Lo que diga el Fair Play Financiero. Lo intentó el bueno de los hermanos pero ni encontró socios adecuados para su juego ni la manera de desbordar a un Koundé pletórico durante todo el partido.

En cambio, su pareja de baile en la selección sí aprovechó la primera ocasión que tuvo para lucirse. Cuando Lamine El Chaval recibió el balón en la frontal empezó a dibujar lo que está comenzando a convertirse en una de sus señas de identidad: amagos para buscar el espacio y disparo de zurda con rosca que, tras envenenarse tocando en un defensa bilbaíno, acabó en el fondo de las mallas. Uno a cero cuando apenas se habían generado ocasiones de gol por ambas partes. Menos aún por parte de un Bilbao que, a duras penas,, se asomaba al área de Ter Stegen. Y que veía como los locales casi doblan su renta tras un centro de Nadinhabsolutinha que Robert estrellaba en el palo.

Con los de Valverde más pendientes de irse a los vestuarios, un barullo en el área pequeña terminaba con un error juvenil de Cubarsí trabando a Berenguer. Como no se recuerda la última vez que Telastraguen paró un penalty, la estadística estaba a favor de un Sancet que empataba el partido antes del descanso.

Peor no se vinieron abajo los de Xansi. Al contrario. En la reanudación creció el dinamismo y la movilidad en ataque a través de Pedri y la apuesta física se redobló a lomos de un Nadinhabsolutinha decidido a lucir capitanía y pulmones. Al brasileño, se le puede cuestionar su discutible calidad pero nunca su entrega y derroche físico y suyos fueron los inicios de la mayoría de las jugadas de ataque. Y de Robert, las ocasiones claras.

Un testarazo al palo y un remate a bocajarro que se encontró Padilla, fueron los dos avisos previos del polaco. Hasta que el brasileño, sin duda el mejor del partido, filtró un balón para la entrada en solitario de Pedri. El canario apuraba la línea de fondo y su centro al área desembocaba en un mal despeje de Padilla para dejar la pelota franca a Lewandowski. De tanto llamar a la puerta del gol, Robert acabó por echarla abajo a falta de quince minutos. Un último cuarto de hora en los que un Bilbao sin fuerza ni convencimiento apenas inquietó. Un resultado, que desde el 2-1 no peligró en ningún momento y que sigue aceitando la Flickswageneta.