Se acercaba el descanso y el encuentro transcurría por donde querían ambos equipos. Y exactamente al contrario que en el partido de ida. Pese a no recuperar efectivos, jugando en el Camp Nou Xavi no tuvo la osadía de hacer el mismo planteamiento de la ida. Así que el Barça dominaba y generaba ocasiones mientras el Madrid se refugiaba en su campo, asumía el no tener el balón y se agazapaba esperando alguna contra, sabedor de su mayor pegada arriba. Por momentos, las importantes bajas de Christensen, De Jong y Pedri parecían no notarse. Sí se notaba la de Dembelé porque Raphinha confirmó su pertenencia a esa extraña clase de jugador-oximorón: delantero sin gol, mediocentro sin visión de juego, defensor sin fuerza o, como el caso del brasileño, extremo sin desborde. Frente a un lateral izquierdo que no es ni lateral ni zurdo no fue capaz de irse ni una sola vez. Al menos ha tenido la suerte de haber nacido 30 años después y no tendrá que enfrentarse nunca en un mano a mano con Maldini.
En eso que llegó la jugada clave del partido. Y de la eliminatoria. Cuando el Barça cometió el error de ceder un contrataque en el descuento sin ninguna necesidad. Lewandoski llamó a la puerta del gol rematando abajo, donde duele, pero Courtois volvió a sacar a pasear sus manos milagrosas en partidos decisivos. No quedó ahí la cosa. Apenas treinta segundos después, y mientras Sergi Tormento trotaba hacia su campo, observaba como Ficticius culminaba un contragolpe para dejar a Benzema solo. El francés, generoso, devolvió la asistencia para que el brasileño marcase con su sello personal: con el balón tocando en un contrario antes de entrar. Tres minutos después, Busquets llegaba a su área para ayudar a Ter Stegen a sacar el balón del fondo de las redes.
El Madrid, con su sello más distintivo desde 1902 –ganar sin que su juego lo merezca– ponía la eliminatoria igualada, sin que el Barça supiera muy bien como se había llegado a ese punto. A la vuelta de los vestuarios se hizo patente que el gol(pe) psicológico había dejado groggy a los azulgrana que al primer inconveniente se vinieron abajo. Algo que en esta temporada ya se había visto en los partidos claves –Bayern, Inter o Manchester- se corroboró en otro partido a vida o muerte. El Madrid vio sangre y Benzema sacó su puñal: ni cinco minutos tardó en buscar el ángulo inferior de la portería de Ter Stegen.
Segundos antes, Modric había vuelto a dejar en evidencia a Busquets y a Sergi Tormento. Ambos parecían dos adolescentes en su primera salida a una discoteca: viéndolas pasar pero sin entrar a ninguna. Ya son demasiadas debacles con los mismos saliendo en la foto y para una verdadera reconstrucción no deberían volver a jugar un partido importante. Al menos, vestidos de azulgrana. A Busquets le han sobrado sus últimos 5 años en el Barça. Se está haciendo daño y se lo está haciendo al club. De Tormento solo cabe preguntarse “¿por qué?” y “¿hasta cuando?”
Porque sólo los jóvenes, liderados por Gavi, Baldé y sobre todo Araujo, mostraron algo de pundonor, en especial el uruguayo que a punto estuvo de meter a su equipo nuevamente en la eliminatoria. Diez minutos duró el espejismo y volvió la cura de humildad para los chavales. El tiempo que tardó Benzema en aprovechar el penalti más tonto desde aquel que hizo Dembelé en la final del Mundial 2022. Cierto es que el francés había puesto el listón de la tontería futbolística bien alto pero como decía Homer Simpson “no te esfuerces demasiado, siempre habrá alguien que lo haga mejor que tu”. Ahí llegó Kessié para barrer a un Ficticius que, loco por la música todo el partido, tardó a penas 2 microsegundos en caer fulminado. Pareció como si el martillo de Thor le hubiera golpeado sin piedad. Aunque viendo su comportamiento extra futbolístico durante todo el partido cabe preguntarse si cuando era pequeño se golpeó la cabeza con un martillo normal. O incluso el de Thor.
Totalmente fundido en lo físico y en lo anímico, el Barça sacó bandera blanca. Los cambios apenas modificaron el panorama con un Madrid buscando hacer más sangre y un Barça mezcla de frustración e impotencia al no saber competir en eliminatorias contra equipos grandes. Una nueva pérdida en el medio del campo fue el preludio de la asistencia de Ficticius para que Benzema hiciese su segundo hat-trick en apenas cuatro días y esfumase el doblete para los de Xavi que ya pueden dar por finalizada la temporada. No parece que ni con una liga de más de 100 puntos se vayan a tapar los enormes socavones que han dejado las debacles en las diferentes copas. Mientras se espera que Osasuna de la campanada en la final y que algún equipo europeo sin pánico blanco evite que Hazard y Mariano levanten la 15ª, es tiempo de empezar a planificar la próxima temporada. Para alegría de muchos –seguidores merengues principalmente- la plantilla azulgrana contará nuevamente con la eterna promesa canterana de nombre Sergi y apellido Roberto. Y quien sabe si con el renovado Busquets. ¿Qué podría salir mal?