Categories
Crónica

Homenaje al Cholo

Las numerosas e importantes bajas del Barça, -el mejor jugador en cada línea-, vaticinaban una clara debacle en el Bernabéu. Se hablaba incluso de milagro si los de Xavi arrancaban un empate. Si hubiera sido tenis o baloncesto, casi ni habría hecho falta jugar el partido. Pero si hay un deporte donde es difícil que se cumplan los pronósticos “claros” ese es el futbol. Y si hay un partido donde es aún más complicado acertar una predicción es un Clásico. Así que no, no hubo goleada blanca. Y no fue, desde luego, porque el mejor jugador del Barça fuera Ter Stegen. Es que por no haber, no hubo ni tiros a puerta del Madrid.

El Barça, sabedor de su incapacidad para generar ocasiones, apostó como en Manchester a la nada. Es decir, a que no pasara nada. En ninguna de las dos áreas. Y se salió con la suya. Porque Ancelotti confió todo su ataque al desborde de Ficticius y a Xavi le fue fácil contrarrestarlo: bastó con ponerle a un defensa de verdad encima. Araujo se colocó la servilleta al cuello, sacó el tenedor, el cuchillo y se comió al brasileño con patatas. Con ensalada. Con vino, café y postre. El brasileño que ni siquiera estuvo cerca de desbordar en ninguna ocasión al uruguayo, decidió cambiar de deporte momentáneamente: apostó por el judo con una llave a De Jong. Cuando además se encaró con el árbitro por enésima vez, confirmó que su cerebro aún no está preparado para el deporte de élite.

Ver la exhibición de Araujo junto a Koundé, Alonso y Balde, hacían pensar que el Barça exhibía un defensa de nivel Champions. Lástima que sobrevenía el bajón anímico cuando se miraba adelante y todo era propio de la Conference League. Raphinha y Ferrán transmitían menos peligro que un petardo mojado y el plan azulgrana quedaba reducido a esperar algún error del rival. Un error que llegó en una pérdida de Camavinga y que Kessie, al más puro estilo Amunike en la final de copa del 97 frente al Betis, convirtió en gol. Con la colaboración de Militao primero y la de Nacho después. Como en Old Trafford, los de Xavi se encontraban un gol casi sin generar ocasiones.

Con ese 0-1 se llegaba al descanso y quedaba por ver si se gestionaría mejor la ventaja que en Manchester. Solamente había que aguantar la previsible salida madridista en tromba en la reanudación y confiar en que darle la posesión y el dominio se le atragantarían al estático ataque blanco. Porque si la salida del balón del Barça ya fue un drama en la primera parte, en la segunda ya fue directamente inexistente. El planteamiento defensivo del Barça, que podría haber llevado al Cholo Simeone al nirvana, funcionaba a pleno rendimiento. Por increíble que parezca, regalar el balón (aún más) al rival seguía dando frutos. No solo se desesperaba el Madrid ante su incapacidad de encontrar la portería de Marc André sino que la mejor ocasión –la única– volvió a ser azulgrana: Ferrán volvía a asistir a Kessie para que el marfileño sentenciase el partido y, tal vez, la eliminatoria. Pero Ansu, que había sustituido al nefasto Raphinha, hizo el milagro habitual de Courtois y desvió el balón de su compañero. Si el 0-1 ya parecía demasiado premio, un 0-2 habría sido considerado abuso y probablemente reprobado por algún tribunal.

Y así, sin Christensen, sin Pedri, sin Dembelé,sin Lewandowski y con el acaso peor fútbol de ataque de la historia azulgrana, el Barça se llevó una victoria tan extraña como indiscutible: fue el único equipo que tiró entre los tres palos. Busquets se convertía en el futbolista de la historia con más clásicos disputados (46) y con más victorias (21). Trece de ellas en un Bernabeú, donde ya ha ganado haciendo jugar a su equipo de manera excelente, muy buena, buena, regular, mala y, para cerrar el círculo, como hoy: pésima.