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Crónica

Xavi tenía un plan

Saltaba el Barça al “Power Horse Stadium – Estadio de los Juegos Mediterráneos de Almería”  –acaso el estadio con el nombre más largo de la historia del fútbol– con la posibilidad de situarse 10 puntos por encima del Real Madrid en liga. Una ventaja que sería a todas luces definitiva, lo que permitiría a los blancos centrarse por completo en la Champions y en la Copa.

Consciente de ello y jugando en casa de uno de los candidatos al descenso, el técnico culé se veía obligado a contar con sus especialistas en fracasos legendarios. Aquellos que han estado presentes en cada una de las debacles del equipo en el último lustro. Esos que no se cansan de embarrar su prestigio. Las inagotables trillizas –pudieron ser cuatrillizas pues, de haber continuado en la plantilla, Piqué hubiera sido titular hoy– volvieron a la vez al once titular y no defraudaron. Siempre es un plan sin fisuras. El equipo, con ellos a la cabeza, volvió a perpetrar un partido nefasto y dejó para la historia del club otro ridículo sin precedentes: nunca habían perdido los azulgrana en Almería.

Porque ver a las trillizas en el once titular y volver al infausto 4-3-3 fue un mensaje claro y nítido de lo que el entrenador quería de su equipo: pasividad, falta de ambición, juego plano, cero verticalidad. Y todos sus hombres entendieron las instrucciones y las siguieron punto por punto. Y línea por línea: Christensen, sin Araujo a su lado, no daba abasto para tapar los agujeros que continuamente dejaban en cada banda Alba y Sergi Tormento. No contó en ningún momento con la ayuda de un Eric García que confirmó todo lo apuntado desde el principio de temporada: que el traje del Barça le queda enorme. Tal vez imbuido por el espíritu del ocaso de Piqué, dio la sensación en todo momento de que no podría ir al choque ni contra el Chapolín Colorado y que perdería una carrera contra el coyote del Correcaminos.

Nada mejoró por delante de ellos. Con Busquets convertido en una máquina de perder balones, con Kessié volviendo a recordar más a Alexander Song que a Yaya Toure, con Ferrán Torres haciendo buenos a Malcom y Trincao de una sola vez y con Lewandoski aplazando una semana más su recuperación futbolística. Cada vez más síntomas de viejazo transmite el bueno de Robert.

Pero no todo fue culpa del Barça: el Almería demostró por qué la mayoría de los puntos que ha conseguido en esta liga han sido en su estadio. Fuerte en defensa y saliendo al contragolpe a la menor oportunidad haciendo un alarde de intensidad que ejemplificó el único gol del partido: Rodrigo Ely robaba un balón, nada más y nada menos que a Gavi, yéndose al suelo con contundencia, Luis Suárez lanzaba a El Bilal y éste dejaba atrás a Cristensen para finalmente fusilar a Ter Stegen.

La reacción del Barça fue digna de un equipo más que mediocre: balones sin sentido a la olla, una y otra vez, con centros y más centros, que la defensa almeriense sacaba sin ninguna complicación. Ni una clara ocasión para empatar, menos aún para pensar en la victoria. A falta de 15 minutos, Xavi demostró que tenía todo perfectamente calculado: retiró del campo a las tres trillizas –cuatro si contamos a ese doble disfrazado del Piqué crepuscular–e incluso dio minutos al proscrito Pablo Torres. El equipo asedió al Almería con Araujo a la cabeza, tratando el uruguayo de rematar cualquier balón que fuese por tierra, mar o aire. Suyas fueron las mejores ocasiones pero, por suerte, no acertó y el equipo consiguió su objetivo: volver a meter al Madrid en la lucha por el título. Se consiguió. Bien está lo que bien acaba.