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Yoyalodije

Victoria sin identidad

La primera noticia del encuentro apareció antes del pitido inicial: si alguien tenía dudas de si Dembelé es un jugador aprovechable y con posibilidades de ser recuperado, justo en un momento en el que el equipo más necesita físico y piernas frescas, el propio Ousmane se encargó de disipar esas dudas con su nueva lesión. La enésima. Su fragilidad más que asemejarle a Bale comienza a tener tintes woodgatianos.

Pero como ya hace tiempo que el Barça ha renunciado a lo que fue su sello de identidad futbolística, la baja de un extremo de los que le gustaban a Johan, no se iba a notar demasiado. Sin él, y con las ya sabidas bajas de Messi y Ansu Fati, había que sustituir la falta de talento y estilo con esfuerzo y/o implicación, características propias de otro fútbol pero que habían brillado por su ausencia en todos los partidos fuera de casa.

El medio del campo más cruyffista de la plantilla no generaba (de nuevo) el fútbol que se le supone pero al menos, y a diferencia de Bilbao, Pamplona o Granada, el equipo salió concentrado. A este ínfimo nivel de exigencia ha llegado el valverdismo. Dos buenas ocasiones de Carles Pérez y Luis Suárez eran desbaratadas por David Soria y el VAR respectivamente, mientras El Hombre Gris aún buscaba en qué mesa sentarse. Todavía no ha entendido el cambio de restaurante.

Cuando el hastío comenzaba a adueñarse del partido, apareció en el sur de Madrid un movimiento táctico inesperado: el Barça introdujo un nuevo centrocampista. No se trataba de Aleñá, ni de Arturo Vidal, ni de Rakitic: Marc Andre Ter Stegen, con el 1 a la espalda y tras salvar una buena ocasión local de Angel, se presentó en la posición clásica de 4 y, como un Koeman de la vida, realizó un pase de sesenta metros a Luis Suárez. La sutil vaselina del charrúa empezaba a derribar el correoso plan del Getafe.

Probablemente diseñó Bordalás un plan en el descanso para revertir la situación pero no contaba con que apenas comenzada la segunda parte, su portero David Soria dejaría a los pies de Firpo un buen disparo lejano de Carles Pérez. Su primer gol como azulgrana fue chutinhico: sirvió para tapar una actuación mejorable. Desde luego el bueno de Junior no demostró más que su par azulón, Cucurella, un canterano culé tan barato que no permitía cobrar comisiones.

Y sin sobresaltos y sin fútbol, pero con la ventaja y tranquilidad del 0-2, se pasó a un control absoluto del partido donde ni la expulsión de Lenglet alteró el guión de la primera victoria fuera de casa de esta temporada. La identidad azulgrana ya está completamente perdida pero tiene su lectura positiva: si algún día se va Don Honesto, el abanico de posibles sustitutos se ha ampliado considerablemente. Ahora ya puede ir de Simeone a Bordalás, pasando incluso por Mourinho. Cualquiera de ellos habría firmado el partido de hoy.