Primero: Chutinho no jugará en el Barça esta temporada tras confirmarse su cesión al Bayern Munich. Segundo: el transferible Rafinha ha subido algunos millones su cotización lo que facilitará su venta antes del cierre del mercado. Millones invertibles en algún jugador brasileño de nombre aleatorio. O incluso (D10S no lo quiera) en abaratar la repesca del tóxico Neymar.
Aquí acaban las buenas noticias para el Barça. El resto, fluctuaron entre malas y pésimas.
Don Honesto sorprendió a propios y extraños apostando por el relevo generacional en un partido importante: dejó en el banquillo a las vacas sagradas Rakitic y Busquets y confió en los jóvenes De Jong y Aleñá. Arriesgar con un tercer jugador menor de 21 años no entra en el libro de estilo del técnico, razón más que de sobra para dejar a Riqui ENP en Barcelona.
Pero para hacer un buen equipo de fútbol no basta con una simple alineación, un cambio de cromos y un lifting anti-age, sino que se espera un trabajo táctico tras él, un esquema, unos automatismos…. que ni se vieron hace dos años, ni se vieron el año pasado ni asomaron mínimamente en el primer partido de esta. Porque hay películas malas que recaudan dinero sin saber muy bien cómo pero les da derecho a hacer una secuela. Quizá recaude más pero será aún peor. Y esta saga terrorífica de Don Honesto va por la tercera entrega: más de lo mismo, pero con 200 millones más. Su gestualidad sigue transmitiendo que ni siquiera él mismo se cree aún que es el entrenador de todo un Futbol Club Barcelona. Imagínense a Enrique San Francisco haciendo de Michael Clayton en vez de George Clooney. Si ustedes no pueden imaginar esa cara, yo tampoco. Hay que agradecer al técnico que al menos no se equivocara al salir a un repleto San Mamés y se sentará en el banquillo del Athletic.
La cara que no había que imaginar era la de Frankie de Jong. Era un poema. El holandés intentaba jugar como le enseñaron en el Ajax… para comprobar una y otra vez que nadie le seguía el hilo en ese equipo que le habían vendido como el que jugaba con el mismo estilo. Su cara de “no entiendo nada” es el resumen perfecto del partido. La dupla Sergi Tormento + Aleñá no tuvo el control del partido en ningún momento y las mejores ocasiones de la primera parte fueron creadas todas por el Athletic, incluida la de Suarez que no supo aprovechar el regalo de Unai López. El palo del uruguayo fue doble: falló la mejor ocasión del Barça y se lesionó en la misma jugada.
La entrada de un motivado y revolucionado Rafinha que apenas tardó cinco minutos en disparar al larguero, y el esperado repliegue físico del Athletic, acentuado en la segunda mitad, le dieron (por fin) el dominio del partido a los azulgrana. Escudado por Rakitic, el dominio visitante fue estéril: al Athletic le bastó un despliegue de orden y pundonor para apenas conceder ocasiones a un equipo sin Messi ni Luis Suárez. El atacante francés completó un partido para el olvido: al Hombre Gris solo le falta dejarse una tupida barba para que una sombra ardaturanesca comience a cernirse sobre él. Lo de Gotelé fue aún peor: comienza su tercera temporada en el club y sus continuas desconexiones mentales tienen visos de convertirse en una tortura psicológica para el aficionado culé. Cual gota malaya, partido a partido, va desesperando cada vez más. Fichar a un jugador cuya principal virtud es aprovechar los espacios para un equipo que no genera espacios habla claramente de la imperfección del equipo. Y recuerden que el gotelé (del francés gouttelette, «gotita») se usa muchas veces para disimular las imperfecciones.
Todo lo contrario que la capacidad de conexión mental y rematadora de Aritz Aduriz: apenas 1 minuto en el campo le bastó para, con una media chilena a un buen centro del joven Capa, batir a Ter Stegen y darle los 3 puntos al Athletic. Al menos Valverde se quedará con otro récord en su haber que será más difícil de superar que dejarse remontar 3 goles en una semifinal de Champions: podrá contar a sus nietos que, aunque solo fuera por un día, tuvo al Barça colista de la liga.