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Yoyalodije

La venda ya cayó

Si la primera parte rayó lo bochornoso, salvado como toda la temporada por las individualidades de Messi, la segunda parte fue para comer cerillas. Encendidas. Enjuagando la boca antes con gasolina. Y con Peta Zetas.

Pocos pero jugosos objetivos tenía el Barcelona en Éibar: establecer un récord histórico de puntos de diferencia respecto al Real Madrid, ver en acción a algunos canteranos y asegurar la sexta Bota de Oro del mejor goleador/jugador de la historia.

El primero dependía de Don Honesto. Bastaba un punto y se aseguró con un planteamiento novedoso con un doble lateral y un trivote en el medio del campo. Eso sí, las esperanzas de ver algo parecido al extinto “estilo Barça” se redujeron a entre cero y ninguna. Que Piqué, a sus 32 años, jugase su partido número 50 en esta temporada seguía siendo una declaración de intenciones. Algún ferviente defensor de Don Honesto argumentaría que el técnico decidió castigar a los titulares tras lo de Anfield: la famosa mano dura de Valverde.

Por suerte, lo de ver en acción canteranos corrió a cargo de Cucurella: el lateral se reivindicó con gol incluido tras resbalón de Piqué y fallo de Cillesen. El (ex) canterano culé lleva toda la temporada ganándose el derecho a retornar a Barcelona, aunque probablemente lo haga como moneda de cambio para cualquier fichaje aleatorio proveniente de Brasil.

Y por supuesto, el tercer objetivo, el que recaía en las botas de Messi se cumplió. Dos goles de puro 9 para llegar a los 36 en liga y a los 50 en la temporada. Pichichi+Bota de Oro, nada mal para el quinto mejor jugador del mundo. Viendo su efectividad como delantero centro, pensar en un Barça con Messi de delantero centro apoyado por buenos extremos e interiores de toque sonaría como un plan razonable. Con el actual modelo futbolístico del club, suena casi a neurociencia avanzada.

Parafraseando a Miki, tras la lamentable actuación europea (la del Barça, no la de Miki) “la venda ya cayó”, y hasta el aficionado culé que no veía (o no quería ver) que los resultados tapaban las muchas carencias futbolísticas y físicas de este equipo, finalmente pudo comprobar (otra vez) en este partido que ni presión, ni recuperaciones en área contraria, ni toque, ni estilo, ni nada de nada. La grandeza de un entrenador es que su equipo sea reconocible, independientemente de que jugador juegue. Y si la primera parte rayó lo bochornoso, salvado como toda la temporada por las individualidades de Messi, la segunda parte fue para comer cerillas. Encendidas. Enjuagando la boca antes con gasolina. Y con Peta Zetas.

El 2-2 final puso fin a la 26ª liga del Barça, a expensas de una final de Copa que permita evaluar más fríamente una temporada que lleva camino de replicar la primera época de Van Gaal. A saber: una primera temporada con doblete de liga y copa empañada con un fracaso en una Champions que termina levantando un Real Madrid ridículo en la liga. Y una segunda temporada, culminada con una nueva liga (goleada incluida al Madrid), ridículo aún mayor que la temporada anterior en Europa (disimulado por el también fracaso blanco) y título de Copa para el Valencia. Con esos números, Van Gaal siguió una temporada más que culminó con un nadaplete histórico, eliminado en la Champions por el propio Valencia. Hegel dice en alguna parte que la historia se repite dos veces. Y alguien añadió que “primero como tragedia y después como farsa”. La semana que viene empezaremos a salir de dudas.