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Crónica

La penúltima estación a Munich

Me siento oficialmente compensado. Por Sevilla, por Atenas, por el Metz, por Gaspart y por Núñez, por tantos años de sinsabores y desencantos. El periodo que estamos viviendo es de tal intensidad y calidad que puede con todo, hasta con el propio subconsciente tribunero. Ayer se ganó por jerarquía y por experiencia, y también por juego brillante aunque dispensado en dosis pequeñas, se ganó contra un rival muy temible, un equipo que lleva el scudetto en el pecho y un parche en el brazo en honor a sus 7 Copas de Europa. Ayer se ganó a un grande de Europa. Estoy orgulloso porque no hace demasiados años, el Milan de ayer, nos hubiera eliminado con un gol en el último minuto y anoche, no haciendo un gran partido, el Barça goleó a los italianos con la naturalidad de los más grandes, con la fiabilidad de los campeones.

Probablemente ayer se pagó el peaje del intenso partido jugado el sábado contra el exigente Athletic de Bielsa y también de la carga sobrehumana de partidos de esta temporada. La falta de frescura mental y sobre todo la tensión del partido hizo que el Barça se contagiara del ritmo cansino impuesto por el Milan que salió al campo convencido de cuales eran sus posibilidades de éxito y que no pasaban precisamente por un partido loco. El Barça tomó el control de las operaciones y el Milan estaba muy bien protegido atrás con la línea de cuatro capitaneada por el incombustible Nesta y con Ambrosini repartiendo estopa en la medular. Pese al buen planteamiento defensivo, a los pocos minutos del inicio ya se produjo una primera conexión entre Cesc y Messi que se convirtió en la primera oportunidad del partido, desgraciadamente le vino al pie derecho y la pulga la remató a  escasos centímetros del palo izquierdo. Fue el primer aviso. Poco después, en una jugada de pillo de Messi, fue derribado por el lateral Antonini y el árbitro holandés Kuipers señaló justamente el punto de penalti. Indiscutible hasta para las más oscuras tertulias de la caverna. 1-0, el Barça en el minuto 11 ya había conseguido lo que no pudo hacer en 90, pero quedaba tanto tiempo.

A falta de 79 minutos de partido, entró el síndrome del 1-0, una especie de conformismo mezclado con el convencimiento generalizado de que el Milan podía empatar en cualquier momento, fueron unos minutos extraños de espera hasta que se produjo lo que todos estábamos esperando. Una buena combinación en transición del Milan culminada por Nocerino, puso el 1-1 en el marcador a la media hora de partido. Nadie pensó en la eliminación, pero la angustia del resultado duró unos largos 9 minutos hasta que Kuipers señaló de nuevo el punto de penalti, un penalti que no se suele pitar pero que no por ello, deja de serlo. Se vio en la cara de  sorpresa de Nesta que lleva 3 lustros estirando camisetas en el área, pero alguna vez se lo tenían que pitar. Messi volvió a poner al Barça en ventaja al filo del descanso pero con la lección aprendida, no se podía especular de nuevo, había que rematar la faena al inicio de la segunda parte.

Y así fue, el Barça salió a por el tercero y a rematar esta costosa eliminatoria y en una jugada individual de Messi en la que remató y dio el balón  en un defensa, le cayó a Iniesta que, en el minuto 53, acabó definitivamente con los nervios. Ayer, aparte de Messi, que es el iniciador y finalizador de todas las jugadas de peligro, destacaron los jugadores con más personalidad como Mascherano, Alves y Busquets, la artillería pesada del equipo, los que llenan más campo. Xavi no estuvo a causa de su maldito sóleo y tuvo que ser sustituido por Thiago que necesita todavía de un hervor para saber encarar estos partidos. Iniesta tuvo el don de la oportunidad en el día en que su hija cumplía un año, algo que le es innato y de lo que se han beneficiado muchos de los que no le merecen. Puyol estuvo incómodo en banda izquierda y Piqué estuvo bien fijando a Ibrahimovic hasta que se contracturó a causa del esfuerzo continuado y Cesc tuvo el efecto de la gaseosa. Cuenca estuvo disciplinado y Valdés salvó un  espectacular mano a mano con Robinho que fue después anulado por fuera de juego. Sorprendió la ausencia de Alexis cuya temporada está siendo algo decepcionante habida cuenta el precio pagado por él, aunque todavía le quedan muchas oportunidades para reivindicarse.

Pep por una vez se equivocó en rueda de prensa. Al escuchar las cobardes declaraciones de Ibrahimovic alineándose con Mourinho no pudo reprimirse y le dio donde más duele recordándole su triste actuación en las semifinales de 2010 contra el Inter. Pep debió callar pero no lo hizo y el sueco-bosnio-croata se llevó probablemente uno de los palos más fuertes de su vida, donde duele, en la línea de flotación de su inmenso ego. Pero ayer, si a alguien le quedaban dudas, también quedó claro que el Barça hizo bien deshaciéndose de él en su momento, aunque quizás se podía haber negociado mejor su salida.

Es muy bonito esperar rival en semifinales y saber que, la ilusión de una nueva Final de Champions está ahí, a falta de dos partidos. Estamos viviendo sin duda los mejores momentos de nuestra historia, no seamos tontos, disfrutemos de ellos.