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Resbalón de oro

Balón de uno, resbalón de muchos. De los que anunciaron hace unos días que el ganador era Iniesta (La Gazzetta dello Sport que, despechada, hoy titula que Messi No lo merece en portada), de los que hace unas horas aseguraban que Xavi había consumado el sorpasso (Marca, que una vez desvelado el misterio acusaba en su web a Messi de dejar sin Balón de Oro a España; sí, a España!), de los que subieron el segundo gol al electrónico antes de marcarlo, de los que redujeron todo el mérito de los protagonistas a un torneo de cuatro semanas (legitimados por la fantochada con Cannavaro de hace cuatro años, cierto es), de los que acusan a Blatter de ir contra España pero celebran que su entrenador de cabecera deje sin entorchado a su seleccionador de postura. Algunos medios parecen ser españoles para el balón de oro de los jugadores y madridistas para el de los entrenadores.

Aunque el verdadero resbalón de oro fue el de los espabilados Vans holandeses, el capitán Bommel y el seleccionador Marwijk Bert, quienes aún despechados por el agónico desplante sudafricano no dudaron en votar por Snejder y Robben pese a que las reglas del certamen impiden votar a compatriotas. Si querían alterar el resultado del premio al menos habrían podido tomar las de Uribarri y copiar la eurovisiva votación de los iluminados periodistas de Togo, Tanzania, Ruanda, Nigeria y Senegal, que tuvieron los bemoles de situar al ghanés Asamoha Gyan tercero. Mientras tanto, Y quien maneja mi Barça, zero points!

Ya les conté un par de veces que no me gustan los premios individuales en los deportes de equipo pero debo reconocer que esta edición del balón de oro venía con cercanos y añadidos alicientes caseros. Estaba Xavi, como oportuno y justificadísimo broche a una fabulosa carrera que debería encarar ya su recta final (pero quien sabe), estaba Andrés y su segundo Iniestazo, un gol que vale un Mundial y que compensa una temporada de contrastes para quien puede acabar su carrera como mejor jugador español de todos los tiempos, y estaba Lío, que la lía en cada partido con el Barça. Le contemplan 62 goles en 60 partidos, el pichichi, la bota de oro y haber sido el máximo goleador de la Champions por segunda temporada consecutiva, y le avala el unánime reconocimiento como el mejor del momento y el sucesor de los más grandes.

En verdad el Balón de Oro se repartió el mismo día que se conocieron los finalistas. Ese día el mundo del fútbol gritó a quien quisiera oír que el ganador es el Barça, que los campeonatos quedan en los libros de historia y el juego de los culés en la retina de los aficionados, que llevaba razón Xavi cuando dijo que él no ganaba balones de oro sino que los fabricaba, que sin él y Andrés la carrera de Messi no sería tan lustrosa, que sin la maravillosa omnipresencia del argentino el del de Terrassa no sería el mejor palmarés de la historia culé y el Barça se habría dejado algunos títulos por el camino. Pero por encima de todo está el mundial reconocimiento al semanal homenaje que hacen los de Guardiola a las esencias del fútbol. Me habría gustado ver qué habrían votado seleccionadores y capitanes de haber tenido la oportunidad de conceder el premio ex aequo a los tres.

Hace nada Milan (8 oros y 17 podios) y Juve (8 y 16) parecían inalcanzables en el palmarés del trofeo, hasta el pasado año con membrete de France Football y desde este también bajo el tutelaje de una FIFA que todo lo debe manosear, pero el Barça (8 y 23) ya les ha rebasado. Luis Suárez (1960), Johan Cruyff (1973, 1974), Hrito Stoichkov (1994), Rivaldo (1999), Ronaldinho (2005) y Lionel Messi (2009, 2010). Ocho entorchados en total. Cinco en dieciséis años. Tres en seis. El nuevo referente del fútbol mundial desde que a uno se le ocurrió montar la Masía y a otro cuidarla y potenciarla hasta tal extremo que en el once del año apareciesen anoche cinco de sus productos (el podio de oro y los centrales de plata). Que el de Unicef no sea el único buen trato que el Barça proponga a los niños es una de las claves, probablemente la mayor, de que el Barça esté viviendo el mejor momento de su historia y el fútbol pueda gozar de su propia sublimación.

A todo esto, Xavi vio escapar el broche y Iniesta sigue teniendo que ganarse el oro mientras una bendición salida de un servilleta de papel suma su segundo entorchado a los 23 años y amenaza con más. Con mucho más. El día que ETA lanzó su comunicado Messi tampoco dio tregua.