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Crónica

Y en estas apareció Thiago

BARÇA 5 – CEUTA 1

El Barça selló su pase a octavos de final de la Copa del Rey en un partido fácil, de poca historia y nula trascendencia, pero que acabó con goleada y con la reconfortante sensación para el espectador culé de que, a pesar del contexto poco glamoroso y mediático del encuentro, el espectáculo valió la pena gracias a que el entretenimiento fue máximo. Y en esto hay que agradecer a Pep y a sus chicos que volviera a ser así, como en el partido de ida. A pesar del trámite, el nivel del rival, la nula emoción de la eliminatoria, el infame horario del partido y demás condicionantes negativos a imputar a la causa – básicamente la posible abstención, aburrimiento y desmotivación propia, tal como si de una campaña electoral se tratara – se agradeció al equipo la seriedad y la profesionalidad con la que encararon el encuentro, la disposición de todos los futbolistas de divertirse sobre el terreno de juego sin renunciar a su obligación de esforzarse y competir a pesar de no haber rival. Excelente actitud conjunta del equipo, digna de reseñar.

El partido destacó por el entusiasta derroche de los chavales del B ayer protagonistas, que entendieron a la perfección que no podían dejar escapar su gran oportunidad de jugar con el primer equipo en competición oficial. Ellos fueron el viento fresco, la luz que dio color, calor y sabor al descafeinado partido. El despliegue de condiciones de Bartra, todo ímpetu y atrevimiento sacando el balón desde la defensa y protagonista de varias proyecciones hacia la portería rival que recordaron al gran Piqué todo coraje iniciador y ejecutor de pasionales arreones blaugranas, ilusionante actuación solo empañada por su pasividad e inocencia en el gol del Ceuta; el gran gol de Nolito a los 2 minutos de juego en su ya clásica mono jugada, facilitada por la permisividad de la defensa ceutí pero definiendo como el mejor de los crack; o la exhuberancia no reñida con su insultante juventud de Sergi Roberto. Y por encima de todos, el fulgor potente de Thiago, que en la noche de ayer sí agarró el protagonismo que en el partido de ida dejó escapar. Lo suyo fue un recital de fútbol, de presencia omnipresente y responsable tanto en la creación y distribución del ataque blaugrana como en ejecución del último pase y hasta desparpajo para emular a Messi en jugadas imposibles que merecieron el premio de un gol que no consiguió marcar. El Ceuta dio facilidades para el lucimiento personal de Thiago en su innumerable repertorio de recursos técnicos pero no es menos cierto que el jugador supo estar en su lugar para aprovechar la ocasión. Thiago se gustó y a veces se sobró pero encandiló con su buen criterio con la pelota en los pies, su responsabilidad en la dirección y su calidad a borbotones, ayer bien encauzada a las necesidades del equipo. La gran perla blaugrana demostró que tras su artificio hay contenido y que el de ayer es el camino que debe seguir para, algún día, con trabajo, esfuerzo y actitud para mejorar, y más pronto que tarde si él se lo propone, convertirse en indiscutible en el primer equipo. Por si acaso Guardiola, gato viejo, se lo recordó en rueda de prensa tras el partido, en una acción preventiva de protección por el aluvión de elogios que le puedan llegar.

Hubo otras luces en el partido y alguna que otra tétrica sombra. Entre las primeras, la salida al campo de Messi, ovacionado por los casi 40.000 espectadores que poblaron las gradas de l’Estadi que tomaron (y gozaron) su presencia como el mejor de los regalos a su fidelidad y que el argentino correspondió con un gran gol deferencia de Thiago; el gol de Pedro, empeñado en salir de su ostracismo goleador ahora que luce como futbolista más completo; y el enésimo buen partido de Mascherano, fiable y seguro en sus prestaciones defensivas y más suelto a la hora de distribuir el balón con desplazamientos más allá de los cinco metros – suya fue la entrega de balón a Messi en el gol de Bojan -,  y evidenciando una disposición a competir parecida a la de Messi en la que tanto le da jugar un partido de la máxima como uno de intrascendente contra un segunda B. Entre las sombras, y a pesar de su gol de depredador del área, el impotente partido de Bojan, acentuado por su error en el lanzamiento del penalti – otro palo a sumar a la estadística – y el desgarro por la lesión muscular y las lágrimas de Milito, que estará alejado de los terrenos de juego entre 4 y 6 semanas, en una noche particular de triste final cuando todos los presagios, con gol incluido, indicaban lo contrario. Qué cruel está siendo el fútbol en este tramo de su carrera con el Mariscal.