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Crónica

Vuelve la gran máquina

BARÇA 5 – SEVILLA 0

En la noche de ayer en el Estadi, volvió la máquina, volvió el gran Barça. Un Barça poderoso, brillante, audaz, eficaz, superior, hermoso y con patente de corso para, vía imposición de su fútbol y aplastamiento del rival, vulgarizar a todo un Sevilla que reunía en su 11 inicial a bichos como Luís Fabiano, Kanoute y Perotti, amén de un Martín Cáceres con ganas de reivindicarse como no lo pudo hacer unas horas antes Drenthe. A esto el Barça contra restó con su equipo de gala y aquí, señores, ya no hubo partido. Cuando están los buenos, el estilo Barça y su fútbol está garantizado. Asegurada la armonía del equipo, quedaba por superar cuentas pendientes. Esto es, ser eficiente ante el gol y resucitar a Villa. Cuando el inicial vendabal blaugrana presagiaba noche de ocasiones y a los 4 minutos de juego Messi perforó la portería de Javi Varas, se intuyó que la materialización goleadora sería un hecho. Cuando Villa, veinte minutos más tarde, se sacó de la chistera un golazo a lo Henry, todos los fantasmas, por fin, desaparecieron. El Barça, con su smoking de equipo feliz  y abrumador, se acomodó a su versión más superior y se regaló a sí mismo y a la afición una goleada de las que el barcelonismo en pleno echaba en falta. El Sevilla tuvo algún arreón pero nunca intimidó y dictó su sentencia de muerte con la tonta, por impotente, expulsión de Konko al filo del descanso: allí los sevillistas dictaron su acta de defunción y el Barça, lejos de tener compasión, continuó con su ensañamiento feliz a base de gran fútbol, lo que es una forma digna, decorosa y elegante de asesinar a su rival. Porqué cuando el Barça se encuentra con su mejor versión, de asesinos anda lleno: por ejemplo Messi, el serial killer por antonomasia que, con la certera frialdad de los elegidos para la causa sicaria, impune a la ley, ni perdona ni se permite incómodos remordimientos. Y a su lado, Villa, un finalizador con un historial de crímenes y destrozos inmaculado en su pasado, que ayer se recobró con el olor a sangre de sus víctimas y la liberada imagen de la bala esférica impactando brutalmente contra la red. Sólo falta a Pedro despertar de su letargo goleador, aunque no se lo debemos tener en cuenta porqué en todo lo demás está de un fino y espléndido que arrebata (su primera mitad de partido fue todo un recital técnico y táctico sin la mácula del error). La goleada la completó Alves al inicio del segundo tiempo en un remate de karateka volador pero precedido de una pillería y de un estar por la labor sobre la jugada encomiable, gol que resume la atención y determinación con la que se desempeña el mejor Barça. Fue el de ayer un gran Barça, en lo individual y colectivo, que recobró las realidades de su poderosísimo fútbol reflejado en la evidencia del marcador, logrado todo desde una base emocionante hecha de humildad, sacrificio y un enorme y solidario esfuerzo plasmado en la presión brutal que los futbolistas blaugrana derrocharon incansable y generosamente durante todos los 90 minutos de juego, siendo los más artistas los más currantes en la recuperación. En definitiva, el mejor y más emocionate Barça que esperamos ver ayer se presentó en el Estadi confirmando credenciales, reivindicando su máxima potencialidad y despejando nubarrones de duda que enturbiaban molestamente el camino. Y como la exhibición de ayer no tiene que ser flor de un día, la culerada se levanta eufórica y de enhorabuena. Volvió la máquina, volvió el gran Barça.