Categories
Crónica

Bon cop de (puta) falç

BARÇA 0 – HÉRCULES 2

El pueblo catalán se recrea en celebrar derrotas como rasgo identitario nacional. Y en la gloriosa Diada, el Barça, buque insignia del país, el ejército de Catalunya en palabras del añorado Robson, pareció querer respetar la tradición. El enemigo de hoy, pero, ni tenía malvado linaje francés, ni parecía capaz de trasladar su voluntad de victoria en base a la capacidad y fortaleza de su ejército ni de imponer su represión, una vez asestado el hachazo mortal a su sometida víctima, a golpe de decretazo. De hecho, a este enemigo nos lo tomamos a broma y nos parecía que no lo era tanto: un recién ascendido a primera, Boquerón Esteban – historia viva del Barça de los ochenta – como entrenador y una afición que viaja con el equipo y que, en fecha tan señalada, para infiltrarse cual caballo de Troya, se implica en actos de la Diada. Bona gent, concluimos, y quedamos con la guardia baja, descartando cualquier posibilidad de sorpresa, haciéndonos olvidar que éstos mismos ya nos la liaron una vez – por partida doble – tiempo ha, justo cuando otrora enésima guerra castellana-catalana vislumbraba a su fin y la gloria cuatribarrada era a tocar. Al final, como consecuencia de esa inesperada derrota en la batalla, y recordándonos que determinada historia recurre a la repetición y el fatalismo, ganaron los de siempre.

¿Qué pasó hoy? Simplemente el Hércules fue mejor siendo un equipo menor que hoy no lo pareció. Desde el punto de vista culé, nos frotábamos las manos esperando una victoria fácil y una lluvia de goles cuando el entusiasta Boquerón – Puyal lo apoda Bicicleta – anunció que su equipo saldría con alegría en el Estadi y con voluntad de jugarle de tú al Barça. Lo que parecía una bravata cercana a la locura de un entrenador extrañamente atrevido reveló un perfecto estudio y conocimiento de los engranajes individuales y colectivos del juego del Barça y una competente puesta a punto de sus pupilos sobre el campo que desarmó por completo la capacidad de hilvanar fútbol por parte de los blaugrana. Esteban Vigo demostró no ser un bocazas presentando unos deberes excelentes: su equipo no pareció menor, fue mejor que su rival y mereció la victoria con creces. Un engranaje defensivo armónico y perfecto, una disponibilidad táctica dispuesta a cortocircuitar con entusiasmo líneas de pase interiores del rival y dos puntas en ataque intimidantes que ya quisieran para sí más de un equipo de primera de nivel superior al del Hércules. No le quitemos mérito alguno a los alicantinos hoy: estuvieron espléndidos y mostraron credenciales de poder mantener la categoría.

Quedará para la estadística que el Barça sólo dominó la posesión del balón pero nunca el control de la situación. El Barça nunca estuvo cómodo durante el partido y adoleció falta de punch, intensidad y determinación. No diré, porqué no lo merece, que fue un equipo derrotado de principio a fin, pero casi. La fortaleza anímica de este equipo, demostrada una y mil veces durante estas dos últimas temporadas de gloria, está fuera de toda duda, pero hoy dio la impresión que los chicos ni creyeron en la victoria ni hicieron lo suficiente para revertir la situación anímica que el devenir del partido les exigía. Algo pudo cambiar si Bojan, ejerciendo de 9 que le exige su dorsal, con 0 a 0 en el marcador, hubiera acertado a gol una brillante jugada de tiralíneas – de las pocas ocasiones realmente claras que tuvo el Barça durante el partido – dibujada por Villa y Maxwell. También condicionó la tarjeta amarilla a un Mascherano que no desentonó en sus primeros 45 minutos oficiales como blaugrana pero que se jugó la expulsión en una acción posterior. Detalles que, quizás, pudieron variar el rumbo del partido pero que no enmascararían el general tono gris, apático e impotente del equipo y el mal partido, en lo estrictamente futbolístico, realizado. Ni que decir tiene que en este inesperado batacazo Pep pillará como el que más: su impronosticable 11 inicial dará munición a los cabreados que sacarán a relucir lo de la guardiolada, cuando no, si hay más mala baba, filosofada. Aunque Pep nunca lo reconocerá del todo, hubo mucho de reserva pensando en el estado actual no del todo óptimo de determinados futbolistas, en la Champions y en dos duras batallas fuera de casa que se vislumbran en Liga, aunque por prudencia quizás pecó por exceso. Dani Alves, Xavi y Pedro out; Adriano, un debutante Mascherano y Abidal – a falta de la dupla titular, afianzado como tercer central -, in. Se echó en falta más elaboración y creación en el centro del campo – pareció excesivo ante un Hércules que dejó jugar juntar a Mascherano y Keita en el titular – y extrañó la ausencia de Busquets cuando Mascherano se retiró. El Barça perdió mucho de su identidad ahí y sin opciones que recibir, el tridente atacante naufragó haciendo la guerra (perdida) por su cuenta. Sólo un bullicioso Pedro tras el descanso dio brío y efervescencia al ataque aunque su entusiasmo no fue suficiente para rescatar a sus compañeros perdidos. El buen hacer del Hércules hizo el resto y fue mucho.

Derrota merecida y dolorosa: nos robaron la falç y nos la clavaron bien clavada. Pero si de algo sabemos aquí es de renacer tras la derrota: es el sino catalán. Lástima que después no sepamos aprovechar el rebufo y acabemos plegados al seny, al pactismo, al qué dirán y a la disolución. Pero Pep y sus chicos son inconformistas, desacomplejados, de convicciones firmes y orgullo incorruptible. Y el ambiente acompaña con renovados vientos de regeneración, producto de la desafección, el hartazgo por un status quo trasnochado y una voluntad de ser propia, que bendicen los fines que Guardiola defiende y trabaja. No dudemos de que solo podemos esperar lo mejor de Pep y sus chicos y de que, a excepción de la mayoría de conciudadanos que los (nos) rodean, no nos fallarán.