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Yoyalodije

El último favor de Laporta a Rosell

Rosell no se anda por las ramas. Fue elegido para gobernar el Barça y eso es exactamente lo que está haciendo. Tiene seis años por delante, pero en sus primeros días, ha marcado ya una línea lo suficientemente contundente como para concluir que será un presidente decidido: se ha cargado a Cruyff, ha vendido a Chigrinskiy, se ha querellado contra Laporta, ha pedido un crédito de 150 millones de euros, ha viajado a Extremadura, ha tirado de transparencia para echar la mierda que tocaba a sus predecesores, ha colocado rápidamente a su gente en los cargos de responsabilidad y ha mimado debidamente a aquellos medios que considera vitales para salvaguardar su imagen y sus intereses. No ha sido tan rápido ni efectivo en la renovación de Guardiola ni vendiendo su empresa de marketing deportivo, tal y como prometió en la campaña, pero todo se andará. Seguro que lo hace, porque no parece que le vaya a quedar tiempo ni gente para seguir desarrollando sus negocios mientras esté al frente de la nave azulgrana. Mejor para todos.

Resultaría precipitado y hasta maléfico empezar a juzgar con extrema dureza cada una de estas decisiones, algunas lógicas y otras no tanto. En principio, prefiero quedarme con la sensación, siempre positiva, de ver a un presidente que tiene claro lo que ha de hacer, aunque no se adecúe exactamente a lo que uno mismo elegiría en su orden de prioridades. Rosell tiene tiempo, pero ha preferido no perder ni un minuto para definir su línea. Eso es bueno para el Barça, aunque para muchos represente la muerte anunciada de un estilo, de un proyecto que se fue para siempre con Laporta, gracias a unos estatutos que limitan a dos mandatos la presidencia del Barça, un favor que se lo debemos a Gaspart, quizá lo mejor que hizo en sus tres largos años al frente del club. Para mí, es bueno que no se eternice nadie en el cargo, ya sea el mejor presidente de la Historia o el presidente del mejor Barça de la Historia.

No obstante, cuando uno toma decisiones suele estar sometido a la crítica, y muy especialmente en el Barcelona. Así, a Rosell le han llovido ya algunos palos (pocos), que han sido más bien condescendientes con sus primeras decisiones. Ahora todavía es fácil justificar sus actos, cargándolos en el debe de la anterior directiva, muchas veces con razón. Pero no tardará en llegar el día en que las consecuencias de los mismos serán sólo responsabilidad suya y de su gente. Veremos entonces si Rosell es un buen encajador, si conserva su temple, su flema y sus modales políticamente correctos. A mí me da que no, o eso al menos deduzco de un presidente que se ha preocupado y mucho de que aquellos que suelen vivir del hostigamiento permanente sean más bien reacios a abrir fuego. Pero que nadie se lleve a engaño, en el Barça, por mucho que cambien las cosas, siempre habrá quien lleve la escopeta cargada o quien la cargue en breve y, sobre todo, nunca se podrá contentar a todo el mundo. Rosell fallará a más de uno y cuando eso pase, las decisiones de la anterior junta dejarán de ser la excusa perfecta como hasta ahora. Mientras ese día no llega, Rosell puede vivir relativamente tranquilo, puesto que las últimas cacicadas de Laporta le conceden un relativo margen de error y reducen el tono de la crítica a sus actuaciones, incluso a aquellas que parecen más cuestionables.